martes, marzo 02, 2010

Paul Newman y la maternidad subrogada

Hay tres personajes relevantes en Hud, un western cargado de drama (Hud, USA, Martin Ritt, 1963), donde por su actuación magistral Paul Newman fue nominado al Oscar.
Hud (Paul Newman) es el pendenciero e irresponsable hijo del viejo cowboy Homer (Melvin Douglas). Lon Bannon (Brandon de Wilde), sobrino de Hud, es un mocetón cuyo padre murió a causa de las irresponsabilidades y borracheras de Hud, y que a pesar de su juventud, muestra un carácter prudente. Alma Brown (Patricia Neal) es ama de llaves en el rancho, y está solamente concentrada en su trabajo diario en la cocina y en tener listos los insumos básicos para el viejo Homer, Hud y el joven Lon.
Según las rutas que puede tomar el instinto, Lon estaría representando ese mundo de respeto a los principios y al buen comportamiento (como copia joven de su propio abuelo y como contrapartida a su tío), al extremo de reprimir –a pesar de que en las imágenes se muestra nítidamente que arde por dentro- sus juveniles y legítimos deseos de llevar a Alma a su cama; Alma, por su parte, sublima su deseo sexual por Hud manteniéndose activa en la cocina y teniendo disponibles las camisas de éste, para que otras y no ella, disfruten de sus bravuconadas. Hud es el vivo ejemplo del irrefrenable impulso sexual que ni se detiene ni se sublima, sólo se realiza.
Desde que la película inicia, Hud está en casa de una amante; a la mitad del rodaje y en plena parranda trata de presentar otra amiga casada con su padre, a lo que Homer se niega, y, al final (como clímax), cuando hace explícito su deseo de que su viejo y cansado padre se haga a un lado de la conducción del rancho, intenta forzar sexualmente sin éxito a Alma –por la intervención de Lod-. Alma, ultrajada, dice a Hud, antes de partir, otra vez de forma sublimada, que en realidad sí quería acostarse con él (su auténtico deseo), sólo que preferiría que se lo hubiera pedido a la buena (de manera sublimada).
Este western muestra que, más allá del puritanismo explícito de la sociedad estadounidense, el problema no es el acto sexual en sí, sino, poder lograr el acuerdo de voluntades para hacerlo, de forma análoga al problema que hoy plantea la maternidad subrogada: el problema no es la supuesta aberración biólogica –a la que apelarán los puritanos- de tener los hijos de otra en el vientre propio, sino lograr el acuerdo de voluntades entre madre gestora y madre subrogada, jurídicamente reconocido y por ello legalmente sublimado, con o sin dinero de por medio.