jueves, marzo 01, 2007

La eutanasia

La eutanasia, lingüísticamente como buena muerte (eu-buena; thanatos-muerte), encierra la problemática de un término que aparece con si tuviera una consistencia muy simple, como la claridad de una gota de agua, pero cuando se adentra en su origen o su estructura se advierte que es un término problemático y oscuro, como cuando se observan las moléculas y la natural impureza del agua a través del microscopio. ¿Puede la muerte ser algo bueno?, no es algo así como un círculo cuadrado se pregunta Bueno.[1]

Primeramente quisiéramos exponer una diferencia fundamental entre muerte y fallecimiento, dos términos que por estar emparentados parecerían ser equivalentes. Bueno dice que la muerte es la transformación de un organismo viviente en cadáver, mientras que el fallecimiento es trascendental y, por tanto, escapa a la pura biología, situándose en la perspectiva de la praxis humana en tanto muchas personas después de su fallecimiento pueden seguir actuando aun con mayor fuerza que lo que actuaron en carne viva. Ahora bien, el concepto de organismo viviente tiene dos perspectivas, según Bueno, una la del modelo metafísico que escinde entre cuerpo y alma, y la segunda del modelo inmanente, con su distinción entre cantidad y calidad de vida. Para el primer modelo, el metafísico, incluso la muerte es una suerte de liberación de un alma que se localiza encerrada en un cuerpo, como sucede con los practicantes budistas, mientras que para el segundo, el modelo inmanente, desde las coordenadas cuantitativistas, el objetivo primordial gravita en alargar lo más que se pueda la vida, motivo por el cual la eutanasia será en todo caso reprobable, a diferencia de la coordenada cualitativista en donde la cantidad de vida ha de sacrificarse a la calidad, lo que justificaría en último término a la misma eutanasia.[2] Recordemos que los estoicos justificaban la eutanasia porque no importaba la longitud de la vida, sino la virtuosidad con que se vive, motivo por cual cuando no tiene sentido vivirla, hay que abandonarla. “… en quien hay muchas cosas que son según la naturaleza, su deber es permanecer en la vida; pero en quien hay, o bien parece haber, muchas cosas contrarias «a la naturaleza», su deber es abandonar la vida. Por lo cual es manifiesto que en ocasiones no sólo es deber (officium) del sabio abandonar la vida –aunque que (sic) sea feliz-, sino también el de necio permanecer en la vida –aunque sea infeliz-.“[3]

Con relación a la muerte, Bueno se pregunta qué significado tiene la transformación mortal del individuo para la persona, pues es cierto que el individuo nace y muere, sin en cambio la persona no nace, ni tampoco muere, salvo por metáfora, siendo así que el individuo se transforma en cadáver, pero no hay cadáveres de personas. Dice Bueno al respecto que “[l]a «constitución» es a la persona lo que el «nacimiento» es al individuo”[4]. En español decimos que la persona ha fallecido, pero sería ridículo decir que ha fallecido el caballo, puesto que la persona fallece, no muere, muere el individuo.

Para analizar a la eutanasia, según Bueno, generalmente se utilizan tres métodos: el intuitivo, que juzga los hechos mismos, y dos más que son discursivos, uno el principalista porque el discurso es disociado hacia los principios en vía de regressus, y el consecuencialista, dado que hace un progressus hacia las consecuencias. Como ejemplo del caso intuitivo menciona Bueno a las encuestas, sondeos, o las alternativas que se presentan en referéndum, sometiendo el hecho al rechazo o aceptación por las preferencias de las personas; no es un método del razonamiento, sino de las intuiciones mayoritarias (por ende, desde esta perspectiva el problema de la eutanasia de Terri Schiavo en el 2005 debió someterse a encuestas que determinaran estar a favor o en contra de la medida).[5] El «principalismo» nos pone frente a actitudes rígidas, apriorísticas, absurdas muchas veces, por que no toma en cuenta las consecuencias de las premisas (la verdad es axiomática y si el asesino nos pregunta en donde se esconde su víctima, y si lo sabemos, debemos decir el escondite, aun cuando el acto implique la muerte de un individuo inocente). El «consecuencialismo» se enfrenta con el problema de consecuencias que pueden ser muy diversas y contradictorias entre sí (se justifica la eutanasia por los excesivos gastos que ella, en cualquier caso, soporta). Al final, lo que nos recomienda Gustavo Bueno es que haya una relación complementaria entre principios y consecuencias, ya que cada uno de ellos no se puede entender si no es en relación con el otro elemento. De lo contrario caemos en el tipo de reducción al que ha estado expuesta la eutanasia desde hace mucho tiempo.[6]

La cuestión principal para Bueno es la siguiente: «el thanatos contenido en la palabra compuesta eutanasia, ¿debe ser traducido por muerte o por fallecimiento o por ambas cosas a la vez?»[7] Según nos menciona Bueno el individuo no puede ser sujeto de la eutanasia, pues no se puede abstraer a la persona que se funda en el individuo y ni siquiera a los que lo rodean. Así, según lo que menciona Bueno y que nos parece un dato interesante para abordar el asunto, si el individuo no está despersonalizado, parece evidente que la eutanasia no tiene ningún sentido porque lo que debemos hacer es renovar la firmeza de la persona enferma (por más que el deprimido pida la muerte); mientras que si la des-personalización es irreversible, la eutanasia no es una cuestión de generosidad sino de firmeza de quien la aplica, porque no se puede ser generoso con alguien que no puede comprender el hecho que se va a llevar a cabo. Ahora, si bien es cierto que la eutanasia tiene un impacto significativo en la esfera de la ética, puesto que de lo que se trata es de la vida misma, condición de existencia del ser, también tiene su impacto dentro del sistema de la moral bajo dos perspectivas: ella encuentra relación con las normas de algunos pueblos naturales en donde se practica el infanticidio o el gerontocidio, o bien en el supuesto de los principios de utilidad o peligrosidad que la norma de la eutanasia representa para grupos humanos. Por esta causa, se debe considerar que la norma de prohibición de la eutanasia entre la mayoría de los colegios de médicos del mundo, además de tener un invaluable carácter ético (salvar la vida de los pacientes a toda costa), también está afectada por la determinación exterior de los códigos deontológicos que conforman la estructura moral del grupo (tan solo consideremos la aberración que significaría que los médicos, quienes por antonomasia deben preservar y cuidar la vida, se manifestaran a favor de la eutanasia; ello sería contra intuitivo y provocaría la desaparición de las agrupaciones de médicos, en tanto carecerían del fin suficiente para dotarse de viabilidad).

Como reverso de la moneda, incluso, más allá de la muerte, se habla ya de una «desmortalidad» porque el ser humano ha intentado por todos los medios superar la fatalidad de la muerte por medios científicos y técnicos, incluidos el aplazamiento del envejecimiento, la clonación de las células madre, la regeneración de tejidos y órganos, y, en general, los avances en el campo genético.[8] Parece, según esto, que «la muerte accidental se convertirá en nuestra muerte natural», pues será más fácil ser muerto por un disparo, un accidente aéreo, un incendio, un tsunami, o cualquier otra eventualidad, que de las enfermedades hasta ahora existentes.
[1] BUENO. El sentido de la Vida, pp. 200 y s.
[2] Ibidem, pp. 211 y ss. Como ejemplo de la perspectiva cuantitativista podríamos mencionar que ante el supuesto de la muerte de una persona joven, en general, consideramos el hecho como una tragedia en virtud de la cantidad de tiempo que a la persona le faltaba por vivir, independientemente de la calidad de vida llevada. Por el contrario el cualitativista asumirá la postura según la cual morir joven no puede asumirse como una tragedia, siempre y cuando esa vida hay sido vivida con calidad. La muerte de Mozart, por ejemplo, desde la perspectiva cuantitativista es una tragedia, mientras que para el cualitativismo no lo es.
[3] JULIÁ, et. al. Exposiciones antiguas de ética estoica, p. 300.
[4] Ibidem, pp. 220 y s.
[5] La muerte de individuos, como hecho, puede tener disposiciones diferentes según se le presente en la moralidad o en la eticidad. Muere Terry Schiavo y el presidente Bush se lamenta del hecho porque en su mente hay una consideración ética: los médicos, jueces, y todos los involucrados en el caso debieron haber hecho algo más para mantenerla con vida. En otro sentido, la muerte de otros individuos que participan en la guerra contra Irak, sea soldado norteamericano o iraquí, podría ser percibido por el presidente Bush en su dimensión moral: sólo importan en la medida que pueden cumplir un fin político, y en este caso bélico, dando como implícito la valía de la heroicidad en guerra, sacrificando la propia vida por mantener los idearios de liberación del mundo que tanto pregona el mandatario estadounidense y su gobierno (la patria como concepto sociológico y moral importante). Tampoco quisiéramos caer en el extremismo de afirmar que Bush se preocupa solamente por la muerte de Schiavo y no por la de los miles de participantes en la guerra. Simplemente queremos exponer cómo la muerte, puede tener significados diferentes, ya se le contemple desde el punto de vista ético, ya sea desde el foco de la moral, lo cual no reduce la muerte a sólo uno de los enfoques, pues hay que considerar los dos momentos como co-determinantes de la esencia de un fenómeno en particular.
[6] Bueno, El Sentido de la Vida, pp. 226 y ss.
[7] Ibidem, p 229.
[8] MORIN, la humanidad de la humanidad. pp. 282-285.